Esta ruta la iniciaremos en Hornos de Segura y ascendiendo divisaremos a la derecha una excelente panorámica del Embalse del Tranco y dejaremos pronto atrás los paisajes de montañas por las que se empinan los olivos salpicadas de retazos de bosque. La carretera sigue su ascenso por la Garganta de Hornos, vemos a la izquierda, sobre la ladera, la aldea de la Capellanía y al poco rato llegamos por fin a la cumbre.
En el segundo cruce nos desviamos a la izquierda y empezamos el descenso hacia la aldea de Río Madera, en el valle del mismo nombre. Continuamos descendiendo por este precioso valle y a partir de este momento, los enormes bosques de pino larício, con ejemplares que llegan a alcanzar los 40 metros de altura, serán compañeros inseparables durante todo nuestro recorrido.
Pasaremos después por La Toba y algunas otras aldeas dispersas. En cualquiera de ellas se puede hacer parada para comer y degustar las innumerables delicias de la gastronomía serrana (andrajos, cordero segureño, ajoatao, fritao, galianos o las populares gachamigas).
El trazado se va haciendo cada vez más angosto y nos conduce, al cabo de seis kilómetros, hasta el embalse de las Anchuricas, un paraje delicioso en el que las enormes masas de pinos llegan hasta el borde mismo de unas aguas cristalinas y tranquilas. Al descender el curso del río Segura, la carretera y el cauce fluvial se hacen compañeros inseparables, pues desfilan en paralelo hasta las Juntas de Miller donde, una vez más el agua se perfila como protagonista al recibir otro de sus afluentes, el río Zumeta. Estos parajes con todo un canto a las impresionantes y caprichosas formas con las que, se vez en cuando, nos deleita la madre naturaleza.
En el cauce del Zumeta, iniciamos una ascensión pronunciada. La carretera se retuerce en curvas interminables, subiendo lentamente por la ladera de la montaña. Allí, la vista puede recrearse gracias a los barrancos, las hoces los pequeños valles, que se irán haciendo cada vez más profundos, y a las aldeas -Miller, la Muela, Marchenica, Marchena, Vites o Tobos-, que parecen colgadas de los macizos más agrestes de la Sierra.
Ahora pasamos al lado del embalse de la Vieja, de una belleza única y encomiable. Los que quieran deleitarse con este fastuoso marcos pueden darse un paseo hasta los pies del embalse por un carril que sale a la derecha.
Proseguimos la ruta hasta Santiago de la Espada, pueblo serrano por excelencia. El clima ha marcado siempre la vida de sus gentes, la vegetación escasea y el pastoreo ha sido su principal fuente de riqueza. La ganadería se centra en el cordero segureño, raza autóctona que aprovecha los interminables pastizales. En esta localidad es posible admirar la iglesia parroquial de Santiago Apóstol (siglo XVI), edificada sobre una anterior ermita dedicada al mismo santo y que posee un preciosos retablo mayor de estilo barroco.
La ruta ofrece en este punto dos claras alternativas. Podemos tomar el desvío hasta la aldea de la Matea y Don Domingo para ver el pino Galapán, el más alto del Parque Natural y contemplar la imponente altiplanicie de los Campos de Hernán Perea, ó bien continuar con el trayecto por la misma carretera hasta Pontones, desde donde parte una carretera que llega hasta el nacimiento del río Segura. Tras deleitarnos con el manantial del que brota el río que da nombre a la Sierra, tomamos la carretera hasta Hornos de Segura, punto en el que concluye definitivamente la ruta.